Gustavo Búster
El terremoto de Lorca, dos semanas antes de las elecciones municipales y autonómicas en el Reino de España, ha anunciado y simbolizado la pérdida del “mandato del cielo” del PSOE de Zapatero. Como si las tiendas de campaña levantadas para acoger a sus víctimas se hubieran extendido pocos días más tarde a la Puerta del Sol de Madrid, la Plaza de Cataluña de Barcelona y el resto de los lugares públicos donde han acampado los “indignados” del Movimiento 15 de Mayo, en pie de guerra contra las políticas de ajuste neoliberales.
El tsunami electoral
El PSOE ha sufrido la derrota electoral más importante de su historia. Ha perdido más de un millón y medio de votos, pasando del 34,92% de 2007 al 27,79%: el 45% de sus votantes ha abandonado al PSOE. Y esa pérdida de votos no ha sido un mero castigo abstencionista. Una parte significativa han ido al PP (que ha ganado un 2%, dos millones de votos), a UPyD (150.000 votos más que en las generales de 2008), a IU (que ha recuperado 206.000 votos en relación con las municipales del 2007, pasando del 5,48% al 6,31%), así como a otras pequeñas candidaturas.
Este tsunami no ha sido igual en todos lados. A pesar de perder el Tripartito de izquierdas la alcaldía de Barcelona, en el conjunto de Cataluña CiU ha obtenido 419.968 votos menos que en las autonómicas de hace seis meses y el PSC ha recuperado 151.082. El giro a la derecha tras la derrota del Tripartito en la Generalitat se consolida institucionalmente en los ayuntamientos más importantes, pero la izquierda sigue sumando casi 60.000 votos más que la derecha. En Madrid, por el contrario, el PSM se hunde –a pesar de más de 15 años de mayoría absoluta del PP- y los 200.000 votos perdidos van a alimentar no tanto a IU (que gana 66.000) como a UPyD: aunque IU conserva las ciudades de Rivas y San Fernando en el Corredor del Henares, el “cinturón rojo” de ayuntamientos socialistas de Madrid Sur ha dejado de existir.
A nivel autonómico, el PSOE ha perdido todos los gobiernos en liza, muy especialmente Castilla-La Mancha y Asturias, y está aún por ver si mantiene Extremadura gracias a una IU regional reticente. En los municipios, la izquierda ha perdido ciudades emblemáticas como Sevilla y Barcelona, junto a decenas de ciudades de más de 100.000 habitantes, que eran parte esencial de la estructura de poder del PSOE.
En Euskadi, la aparición en las urnas de la izquierda abertzale, a través de Bildu, le ha permitido triplicar el número de concejales del PSOE y convertirse en la segunda fuerza política (25,45%), ligeramente por detrás del PNV (27,4%).
El mensaje de las elecciones no ha podido ser más claro, y confirma la tendencia de las encuestas de los últimos meses, tanto en la caída del voto socialista como en el desplome de popularidad de Zapatero: el giro neoliberal de la política económica en plena crisis ha dividido profundamente a la base social de la izquierda y ha hecho trizas la hegemonía del proyecto zapaterista. La derecha del PP ha aumentado su base con una movilización permanente entorno a la defensa de valores reaccionarios y nacional-católicos, evitando apoyar institucionalmente los planes de ajuste, a pesar de las exigencias en ese sentido de la derecha económica, del FMI y del BCE. Pero el miedo histórico a la derecha y la falta de alternativas reales al ya difunto zapaterismo siguen agrupando entorno a la política del “mal menor” a la mayoría de la base social de la izquierda, ese 27,79% que se convierte en el suelo del voto socialista, sin que IU o el resto de las expresiones políticas de la izquierda –con la excepción de Bildu en Euskadi—, ni el Movimiento 15 de Mayo a nivel social aparezcan aún como un recambio creíble.
En definitiva, la izquierda ya no es capaz de gobernar regulando el neoliberalismo, pero tampoco tiene todavía un proyecto capaz de ir más allá o de romper con él, bloqueada en su división por la resignación aún mayoritaria al “mal menor”. La derecha, por su parte, se prepara para gobernar en un año, dispuesta a aplicar a fondo las contrarreformas necesarias que consoliden el cambio de ciclo político y social, dispuesta a hacer frente a las resistencias de la izquierda social a base de corrupción, corporativismo y represión.
Para comprender cómo se ha producido este tsunami que ha hecho trizas la hegemonía zapaterista, pero sobre todo dos de los tres fenómenos más importantes que deja tras de si –tanto la minoría mayoritaria del “mal menor” como la aparición del Movimiento 15 de Mayo—, conviene recurrir al sistema de “alarma temprana” que ha sido el debate sobre la sucesión de Zapatero como candidato del PSOE en las elecciones generales del 2012.
No se trata, por supuesto, de las causas profundas –que, como hemos defendido en Sin Permiso, tienen que ver con la aplicación de las políticas neoliberales de gestión de la crisis— pero sí de la forma en que ha tomado cuerpo la derrota institucional del PSOE de Zapatero y del conjunto de la izquierda y que marca ahora los parámetros del debate sobre la construcción de un proyecto alternativo.
La primera señal de ese sistema de “alarma temprana” fue la copa de Navidad de Moncloa, en la que Zapatero anunció a la prensa que “ya había tomado una decisión” sobre su candidatura en 2012, que solo conocían su mujer Sonsoles y un dirigente del PSOE. Que en su momento la haría pública, pero que la prioridad era la aplicación de las reformas neoliberales para evitar la intervención de la economía española por la UE. Esta ambigüedad calculada hacia los mercados fue puesta en valor por los barones autonómicos del PSOE, que querían descontar inmediatamente el más que probable efecto negativo en sus resultados electorales del desplome en popularidad de Zapatero. Amortizar a Zapatero suponía intentar convertirlo en un chivo expiatorio que se alejase para siempre cargando con la responsabilidad de los efectos sociales de la salida neoliberal de la crisis. Pepe Blanco, vicesecretario general del PSOE, anunció “una estrategia para el final de una etapa”, y un dirigente socialista lo resumió así a El País: “en anteriores crisis muy graves, como la 1995, cuando aún coleaban muchos casos de corrupción, los ciudadanos nos identificaban a todos con lo que estaba pasando y nos insultaban a todos. Ahora van a un mitin y con el único que se meten es con Zapatero” (EP 13-3-2011).
Se trataba de un espejismo, como han demostrado las elecciones, cuyo base era la resistencia de las autonomías –socialistas o populares— a aplicar el plan de ajuste a sus propios presupuestos, a pesar de las presiones del Ministerio de Economía y la reforma de las Cajas de Ahorro que gestiona la mayor parte de sus deudas. Una resistencia que solo ha sido rota en el Consejo de Política Fiscal del 28 de abril, tras el fracaso de la colocación de 500 millones de euros de deuda publica catalana a un altísimo 5,5% de interés.
El Comité Federal del PSOE aprobó sin debate las listas electorales en la segunda semana de febrero, Bono jugaba de farol a ser el “gran confidente” de Zapatero, y Rubalcaba, tras una semana hospitalizado, se reincorporaba a la carrera sucesoria no declarada en la que le esperaba Carmen Chacón. En la junta de accionistas del BBVA, su presidente Francisco González, tras anunciar beneficios de 4.606 millones de euros, pidió a Zapatero públicamente “salir de esta situación lamentable”. La respuesta fue suspender al día siguiente el mítin tradicional de inició de campaña de la plaza de toros de Vista Alegre de Madrid, para limitar al máximo la participación de Zapatero en las elecciones.
Nuevos sacrificios: el Plan de las 8 Medidas
Zapatero estaba, en cualquier caso, enfrascado en otras prioridades. El 11 de abril se habían reunido de manera extraordinaria los jefes de estado y gobierno de la zona euro ante la situación de quiebra técnica de Grecia, Irlanda y Portugal. Poe tercera vez, tras la crisis de Lehman Brothers (12 de octubre del 2007) y la de Grecia (7 de mayo del 2010). En la cumbre se decidió el “Pacto por el Euro”, un nuevo plan de ajuste exigido por Merkel y Sarkozy para mantener el rescate de Grecia y Portugal y extenderlo a Portugal, que aprobaría formalmente el Consejo Europeo del 24 y 25 de marzo. Zapatero desveló la necesidad de nuevos “sacrificios y reformas” con un Plan de 8 Medidas para el Reino de España.
Los primeros pasos se habían dado con la reforma laboral, la reforma de las pensiones y, sobre todo, el real decreto para la reestructuración de las cajas de ahorro, convertido en ley con los votos de Coalición Canaria y CiU. Ocho grupos de cajas serían refinanciadas por valor de 15.152 millones de euros, además de los 11.559 puestos ya a disposición del FROB. El principal beneficiario debería ser Bankia, el nuevo banco de Caja Madrid y Bancaja, con 5.775 millones de euros, en caso de que no encontrase inversores privados. La reforma de las cajas suponía en los hechos un plan de ajuste a las deudas públicas autonómicas mediante un recorte del crédito a corto plazo.
La rebaja inmediata a que procedió Moody´s de la deuda soberana española, de Aa1 a Aa2, disparó la prima de riesgo a 280 puntos durante casi tres días y solo volvió a situarse en los 208 puntos tras la vuelta de Zapatero de la cumbre del euro. Ante esta situación de acoso, IU convocó una manifestación contra los planes de ajuste en Madrid el 20 de abril, a la que acudieron unas 15.000 personas. CCOO y UGT, siguiendo el llamamiento de la CES de una “jornada europea contra el ajuste antisocial”, se concentraron el 23 de abril ante la sede de la delegación de la UE en Madrid. Los cientos de participantes tenían sin duda muy presente que los salarios habían retrocedido en relación con la inflación un 2,7% —en la zona euro habían aumentado un 1,6%— al mismo tiempo que la productividad había crecido un 2%. El debate sobre la relación entre salarios y productividad y el fin de su indexación con la inflación, una de las exigencias de Merkel, simplemente carecía de sentido cuando los salarios se contraían de esta manera por efecto de los 4,9 millones de parados, sin las necesidades de un “mecanismo institucionalizado de ajuste salarial permanente”.
A la espera del Consejo Europeo, Zapatero aprovechó para filtrar de manera informal que no sería candidato, que el anuncio formal lo haría tras el Consejo, considerando que la adopción del “Pacto por el Euro” alejaba el peligro de una intervención de la economía española, y que el método de elección del sucesor serían unas primarías en las que competirían Rubalcaba y Chacón. Su retirada y la probable victoria del PP deberían tener un efecto revulsivo sobre el electorado socialista, movilizado en defensa del “mal menor” y del nuevo candidato del PSOE. El 18 de abril, Zapatero intervino en el Congreso para solicitar apoyo a la intervención militar española en Libia, respaldada según el Barómetro de Elcano por 6 de cada 10 encuestados. El 22, el Tesoro situó letras a 3 y 6 meses por valor de 2.050 millones de euros a la tasa de interés más baja desde febrero (0.92% y 1,20%, respectivamente) y el Tribunal Supremo ilegalizó al partido de la izquierda abertzale Sortu. El 23, Zapatero respondió a una pregunta de ERC en el Congreso, declarando redondamente que estaba en contra de la dación en pago de las viviendas en caso de hipotecas fallidas. A pesar de ello, Moody´s rebajó al día siguiente la calificación de la mayoría de los bancos y cajas de ahorro españoles, con excepción de Santander, BBVA y La Caixa, alegando que el 34% de la deuda portuguesa estaba en sus manos.
El primer ministro socialista de Portugal, Sócrates, había dimitido un día antes, tras el rechazo de su plan de ajuste por el Parlamento portugués, en una sincronización perfecta –que había incluido el anunció del BCE de que no aceptaría ya como activos secundarios los bonos de la deuda portuguesa, bloqueando el crédito de la banca privada— para poder solicitar el rescate de su economía en el Consejo Europeo del 24 y 25 de marzo. Pero Zapatero pudo acudir para defender el principio: “solidaridad con Portugal, toda; similitud, ninguna”. Además de las contrarreformas en su haber, anunció la aplicación “contrarreloj” de la “reforma” de la negociación colectiva –que se arrastra desde hace meses por el bloqueo político del sector de la patronal más cercano al PP—, una nueva ley concursal, medidas para aflorar la economía sumergida, la liberalización de los servicios profesionales y la aplicación estricta del ajuste del gasto publico a los gobiernos autonómicos.
La portavoz del FMI, Caroline Atkinson, no pudo sino alabar “las rotundas medidas que ha tomado el Gobierno español, que son muy importantes”. El propio presidente, Strauss-Khan, puntualizó que “España no necesita ser rescatada”. Y el 26 de marzo, en la segunda reunión con la cúpula empresarial española, Botín se hizo eco de las 41 grandes empresas presentes para bendecir el Plan de las 8 Medidas, pedir tiempo para su aplicación y exigir el retraso del debate sucesorio en el PSOE, a fin de evitar que el anuncio formal de la no presentación de la candidatura de Zapatero obligase al PP a solicitar el adelanto de las elecciones generales.
El camino adecuado a la estrategia del “mal menor”
Llegados a este punto, la estrategia de Zapatero no solo coincidía con la de la patronal en lo tocante a las medidas de ajuste neoliberal, sino también en los ritmos políticos de su aplicación, que debían permitir la aprobación de los presupuestos del 2012 con los votos de CiU y Coalición Canaria en diciembre, evitando una convocatoria anticipada de elecciones que, aunque ganase el PP, implicaría la extensión automática de los presupuestos del 2011 sin los nuevos ajustes y medidas. El PP bien podía esperar –como en las caricaturas, tumbado fumando un puro—, porque las encuestas mostraban una clara tendencia al desplome del PSOE y una ventaja a su favor de más de 13 puntos (Público, 28-3-2011).
El Comité Federal del PSOE del 2 de abril fue el marco para escenificar esta confluencia estratégica del “mal menor”. Tras 15 meses de aplicar la llamada “estrategia de economía sostenible” neoliberal, Zapatero pudo asegurar sin reparos que “estamos en el camino adecuado”, pero que había que culminar sin dilación las medidas de ajuste. Que comprendía el disgusto de la sociedad española, provocado ante todo por el paro, pero que la perspectiva del tiempo le permitiría percibir que el PSOE las había adoptado “velando siempre por la cohesión social” como marca de identidad propia. No existía, por lo tanto, ninguna alternativa, pero sí el peligro de una aplicación de las mismas medidas por una derecha extrema en sus planteamientos.
Zapatero anunció finalmente que no sería candidato. Según el CIS, su popularidad era de 3,3 de 10, más baja que la de Felipe González con los GAL o la de Aznar tras la guerra de Irak. “El dedazo simplificaría mucho las cosas…pero no lo entendería la sociedad española”. El Comité Federal, tras las elecciones, convocaría unas primarias en las que pudiesen participar los candidatos que lo estimasen, “con pleno respeto a la pluralidad de candidaturas” (EP 2-4-2011). La encuesta publicada en El País al día siguiente situaba a Rubalcaba con un 42% de preferencia, 17% a Chacón y un 16% a Bono. Pero el 55% consideraba la derrota del PSOE inevitable. Convertido ya en chivo expiatorio, Zapatero se reservaba, sin embargo, el papel de árbitro de las primarias como secretario general del PSOE hasta la celebración de un congreso extraordinario tras las elecciones legislativas de 2012.
Solo quedaba convencer al mayor sector posible de la base social del PSOE de la bondad de esa estrategia del “mal menor”. Su eficacia en el terreno económico no ayudaba mucho. Aunque la economía española salió oficialmente de la gran recesión en el primer trimestre del año con un anémico crecimiento del 0,2%, las cifras de paro rozaban los 5 millones, con niveles de pobreza superiores a los 2 millones de personas. La “recuperación mas lenta en tres décadas” se hacía con destrucción neta de empleo y caídas de salarios que doblan la media de la zona euro. Y el “capricho” de los mercados rompía de nuevo de manera alcista los tipos de interés en la subasta del 18 de abril, pasando del 2,5% al 3,49% en los bonos a 18 meses, como consecuencia del debate sobre la posible reestructuración de la deuda griega y el rescate portugués.
A pesar de las imponentes manifestaciones en Barcelona contra los recortes de la Generalitat de CiU del 14 de abril y del 14 de mayo, con más de 40.000 personas, el 1º de mayo volvió a transcurrir sin pena ni gloria, con la presencia de los secretarios confederales de CC OO y UGT en Valencia. Pocos días después, CC OO firmaba con Iberdrola el primer convenio ligando los salarios a la productividad.
Dos cambios sí fueron de profundidad. El 7 de mayo, después de la gran manifestación de Bilbao, el Tribunal Constitucional revocaba por 6 votos contra 5 la ilegalización por parte del Tribunal Supremo de todas las listas de Bildu, la coalición de la izquierda independentista vasca. El PNV había amenazado públicamente a Zapatero con romper todas las relaciones con el PSOE si se mantenía la prohibición, recibiendo garantías de que no sería así. Y el 15 de mayo la situación social comenzó a cambiar drásticamente con la primera concentración de los indignados en la Puerta del Sol de Madrid, el intento de desalojo del día 16 y la extensión del movimiento a todas las plazas de España a partir del día 17, desafiando la prohibición de la Junta Electoral central.
Zapatero intentó un ultimo gesto antes de las elecciones del día 22 con una larga entrevista en la cadena de radio SER, volviendo a defender su estrategia del “mal menor”, ahora con el ejemplo a su favor de la situación portuguesa: “sin el plan de ajuste aprobado hace un año, España hubiera tenido que ser rescatada como Grecia, Irlanda o Portugal”. El tsunami estaba asegurado.
Tras las elecciones, el debate sucesorio en el PSOE ha vuelto a sustituir al debate real sobre el fracaso de la estrategia del “mal menor”. Se ha vuelto a sobreponer la lucha interna de poder a la propia rearticulación y reconstrucción de ese poder. La mejor prueba de ese iluso ejercicio de ensimismamiento ha sido el articulo de Felipe González “¿Y ahora?”, publicado en El País el pasado 26 de mayo.
Rubalcaba no ha sido capaz de abordar unas primarias en competencia con Carmen Chacón; ha exigido una aclamación unánime, recordando que es él quien dispone de la última carta política barajable: el fin de ETA. La exigencia de Patxi López de un Congreso Extraordinario, que inevitablemente supondría la dimisión de Zapatero y la elección en una misma persona del candidato y del secretario general del PSOE, implicaba el adelanto de las elecciones legislativas. La solución de consenso en el Comité federal del PSOE del 28 de mayo, previamente cocinada la noche antes por los barones territoriales tras forzar la renuncia de Carmen Chacón, es la única capaz de asegurar la aplicación de la estrategia del “mal menor” hasta el final, incluida la aprobación de los presupuestos de 2012 y la ejecución del Plan de las 8 Medidas. Rubalcaba será proclamado candidato sin necesidad de primarias, con la concesión a las bases de una Conferencia política en septiembre que, lejos de reflexionar sobre las razones del tsunami, servirá para reafirmar con el nuevo candidato la estrategia del “mal menor”. Pero su credibilidad será cuando menos dudosa para los más de 50.000 militantes socialistas que han perdido sus cargos públicos (y los correspondientes ingresos).
El M15M y la refundación de la izquierda
Estos días se ha utilizado mucho la cita de Galeano —“el mundo esta dividido entre indignos e indignados”— para expresar la esperanza que despertaba la extensión y la perseverancia del Movimiento 15 de Mayo en el panorama político y social del Reino de España. Junto a la reaparición institucional de la izquierda independentista vasca, ha sido sin duda el factor más positivo de un escenario degradado por la destrucción del bloque hegemónico de la izquierda consiguiente a la estrategia del “mal menor” zapaterista. Su denuncia de los límites impuestos por “el mercado” al actual sistema democrático es la respuesta a la frustración de una transición política que no protagonizaron, pero que sufren las nuevas generaciones. Con un paro rayano en el 45% los menores de 25 años, y soportando el 90% de la pérdida de empleos los menores de 35, la generación mejor educada de nuestra historia está condenada a emigrar para realizar sus sueños: el 75% de los jóvenes encuestados se declara dispuesto a ello.
No es de extrañar que estén indignados y que, utilizando la antinomia de Galeano, se movilicen contra los indignos, exigiendo el cambio de un sistema electoral propenso a la mera alternancia bipartidista, la erradicación de la corrupción, la separación efectiva de los poderes públicos y el control y la rendición de cuentas de los cargos públicos. Pero este programa de mínimos no deja de situarse dentro de los propios límites del actual sistema monárquico-parlamentario, a pesar de que las causas inmediatas que han llevado a la movilización masiva del 15 de mayo han de buscarse ante todo en las vitriólicas consecuencias sociales de las políticas neoliberales de ajuste.
En este sentido, tanto la polarización de su visión social como el alcance de sus reivindicaciones y formas de movilización quizás respondan a lo que E. J. Hobsbawm consideraba en su famoso clásico de los años 50 los rasgos de “primitivismo” de un movimiento social incipiente, en este caso del precariado submileurista en el mundo del capitalismo tardío de la Gran Recesión y de la lenta recuperación sin empleo. Separados del movimiento obrero por la falta de los derechos ligados al estatuto del trabajador con negociación colectiva y de la solidaridad natural en el interior de la empresa, distanciados de los grandes sindicatos de clase –entregados a una estrategia del “mal menor” de la que ellos msmos son las primeras victimas—, sus redes de afinidad e identificación cultural se desarrollan en espacios autónomos muy distintos que, sin embargo, confluyen “en el movimiento de todas las clases de los pobres de las ciudades para lograr cambios económicos o políticos a través de la acción directa, pero sin que el movimiento se inspire aun en ninguna ideología concreta (…) Era un movimiento “pre-político” y como tal primitivo en nuestro sentido del término” [1].
La importancia de la utilización de las redes virtuales y de las nuevas tecnologías de la comunicación en la articulación de ese espacio común de movilización, que con tanto cuidado han estudiado en nuestro caso Victor F. Sampedro y Jose Manuel Sánchez Duarte [2], no deja de reforzar ese fenómeno de polarización en su percepción social. Y al mismo tiempo, contradictoriamente, sitúa aún su superación no en una alternativa constituyente nueva, sino en el restablecimiento del funcionamiento ideal y utópico de la democracia degenerada de la transición y de la gestión neoliberal de la crisis económica. Como si el Movimiento del 15 de Mayo fuera prisionero del discurso progresista de la primera legislatura de Zapatero, con su ampliación radical democrática de derechos a la que no han tenido acceso por la crisis económica y la estrategia del “mal menor”. En definitiva, el “no nos defraudes” convertido en movilización pre-política.
Ello no resta un ápice de importancia al Movimiento 15 de Mayo, que como bien escribía Antoni Domènech en SinPermiso la semana pasada, [3] ha sabido ocupar el centro de la actividad política en pleno periodo electoral sin que exista una alternativa real a su crítica. Esa importancia exige también comprender las diferencias existentes entre la Puerta del Sol en Madrid y la Plaza de Cataluña en Barcelona, o con Bilbao o Valencia, que son el resultado de la acumulación de experiencias anteriores en la resistencia a los efectos sociales de las políticas neoliberales y de cómo la izquierda social y política ha sabido con mayor o menor acierto construir complicidades y unidad entre los distintos sectores y movimientos sociales a nivel local y autonómico.
Esa complejidad de la izquierda social, producto de la misma crisis y de las respuestas políticas a la misma con sus distintas lecturas de la correlación de fuerzas en los conflictos en curso, tan distintas en Madrid, Andalucía, Cataluña o Euskadi, se hace aún mayor con la crisis de la hegemonía del proyecto zapaterista. No solo porque ya no es capaz de mantener un bloque social y político mayoritario, sino porque tampoco es capaz de mantener aislados a los seis millones de votantes ni a los afiliados socialistas de las dudas y el debate provocados por el fracaso de la estrategia del “mal menor”, cada vez más acuciantes a medida que se acerquen las elecciones legislativas del 2012. Quienes en el seno del menguado aparato del PSOE fantaseen todavía, tras el tsunami municipal y autonómico, con que basta sustituir a Zapatero por Rubalcaba para reconstruir esa hegemonía destrozada por la estrategia del “mal menor”, no tienen por delante otro futuro que la melancolía.
Como es sufocientemente obvio, a pesar del ocurrente apotegma de Galeano, el mundo no se compone solo de indignos y de indignados. Existen también los paniaguados, los sumisos, los indiferentes, los miedosos y los precavidos, cuanto menos. El problema es cómo convertir la contraposición moral entre indignos e indignados en una polarización política capaz de articular un bloque hegemónico alternativo que haga posible un programa de cambios capaz de superar los límites mismos de la antinomia y arrastrar tras de sí todos esos estados de animo , todas las situaciones sociales intermedias.
No existe ningún procedimiento mágico capaz de resolverlo por la mera interpelación moral o el emplazamiento ideológico. Solo puede partir de unas experiencias colectivas concretas –y de ahí la inmensa importancia del Movimiento 15 de Mayo—, capaces de ilustrar y de enseñar que es posible resistir a las políticas neoliberales con victorias, ya sean pequeñas: es a partir de esa resistencia táctica que se puede ir construyendo una alternativa a la estrategia del “mal menor”, refundando al conjunto de la izquierda en una movilización unitaria y sin narcisismos sectarios. Porque del debate abierto ya no puede escapar ningún sector de la izquierda: las respuestas se irán forjando desde la pluralidad de espacios, sujetos y experiencias que existen hoy. Pero no logrará tener éxito sin apuntar a un nuevo punto de confluencia en una nueva hegemonía alternativa al neoliberalismo.
NOTAS: [1] E.J. Hobsbawm, Primitive Rebels: Studies in Archaic Forms of Social Movements in the 19th and 20th Centuries, WW Norton and Company, 1965, en especial su capitulo X, de recomendada lectura y del que esta extraída la cita (pag.110). [2] Victor F. Sampedro y Jose Manuel Sánchez Duarte, “La Red era la Plaza”, http://www.rebelion.org/noticia.php?id=129324 , en la que aparece la amplia bibliografía de los autores. [3] “Mejor al revés: ¿cuál es la alternativa real al Movimiento del 15 de mayo?”, http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=4183
Gustavo Búster es miembro del Comité de Redacción de SinPermiso