El uso de la tortura terminó siendo tan contraproducente para Estados Unidos que ya dejó un saldo de muertos mayor a los estadounidenses que fallecieron en los atentados contra las Torres Gemelas en 2001, aseguró recientemente el líder de un equipo de interrogadores norteamericanos en Irak. “La razón por la que los combatientes extranjeros se unen a Al Qaida en Irak es, principalmente, por los abusos que se cometieron en Guantánamo y Abu Ghraib, no porque adhieren a la ideología islámica”, explicó el mayor Matthew Alexander (un nombre ficticio por cuestiones de seguridad), el oficial responsable de más de 300 interrogatorios a combatientes iraquíes y de los países vecinos .
Fue su equipo el que obtuvo la información que llevó al Ejército estadounidense a encontrar a Abu Musab al-Zarqawi, el antiguo jefe de Al Qaida, en Irak. Dos aviones norteamericanos bombardearon la granja en la que se estaba escondiendo Zarqawi, en las afueras de Bagdad ,el 7 de junio de 2006. Murió al instante. Según relató Alexander, se enteró de la ubicación de la granja en un interrogatorio de seis horas a un prisionero, con quien había establecido una relación de confianza.
El mayor estadounidense rechaza la tortura por una mezcla de repudio moral y pragmático. “Le estamos haciendo el juego a Al Qaida. Quedamos como hipócritas ante los iraquíes cuando hablamos de derechos humanos”, aseguró. El oficial es un hombre elocuente, muy inteligente y con una extensa experiencia en investigación criminal y años en el oficio le han enseñado que la tortura no es efectiva, incluso puede ser contraproducente. “Una persona te dirá lo mínimo indispensable para parar el dolor –explicó–. Confesará la ubicación de una casa que usan los insurgentes para esconderse, pero no que está en medio de un campo minado.”
En su libro titulado Cómo quebrar a un terrorista, Alexander argumenta que los prisioneros que sufren abusos generalmente se cierran, no dicen nada o dan información falsa. Además, rechaza la justificación de que la tortura es inevitable cuando se trabaja contra reloj, por ejemplo, para intentar detener una bomba o un atentado. Alexander contó que se enfrentó a esa situación un sinnúmero de veces y, dejando de lado las cuestiones morales, aseguró que la tortura simplemente no es efectiva. “Fortalece su determinación y terminan callándose”, señaló.
El oficial norteamericano recordó que el FBI es reconocido por utilizar métodos de interrogación normales, que buscan ganarse la confianza del prisionero en vez de quebrarla, en casos en los que el tiempo es un factor crítico, como los secuestros.
Alexander pasó 14 años en la Fuerza Aérea, piloteando helicópteros en operativos especiales. Peleó en Bosnia y Kosovo, y luego se convirtió en un agente de contrainteligencia y un investigador criminal. Durante la invasión norteamericana a Irak en 2003, él dirigía la inteligencia aérea desde Arabia Saudita. Cuando los prisioneros del Ejército norteamericano comenzaron a acumularse en Irak, lo transfirieron a ese país.
Tres años allí le enseñaron que los insurgentes no son los radicales religiosos que Washington cree, sino voluntarios, iraquíes y extranjeros, impulsados por los crímenes y la impunidad de las fuerzas estadounidenses.
Fue su equipo el que obtuvo la información que llevó al Ejército estadounidense a encontrar a Abu Musab al-Zarqawi, el antiguo jefe de Al Qaida, en Irak. Dos aviones norteamericanos bombardearon la granja en la que se estaba escondiendo Zarqawi, en las afueras de Bagdad ,el 7 de junio de 2006. Murió al instante. Según relató Alexander, se enteró de la ubicación de la granja en un interrogatorio de seis horas a un prisionero, con quien había establecido una relación de confianza.
El mayor estadounidense rechaza la tortura por una mezcla de repudio moral y pragmático. “Le estamos haciendo el juego a Al Qaida. Quedamos como hipócritas ante los iraquíes cuando hablamos de derechos humanos”, aseguró. El oficial es un hombre elocuente, muy inteligente y con una extensa experiencia en investigación criminal y años en el oficio le han enseñado que la tortura no es efectiva, incluso puede ser contraproducente. “Una persona te dirá lo mínimo indispensable para parar el dolor –explicó–. Confesará la ubicación de una casa que usan los insurgentes para esconderse, pero no que está en medio de un campo minado.”
En su libro titulado Cómo quebrar a un terrorista, Alexander argumenta que los prisioneros que sufren abusos generalmente se cierran, no dicen nada o dan información falsa. Además, rechaza la justificación de que la tortura es inevitable cuando se trabaja contra reloj, por ejemplo, para intentar detener una bomba o un atentado. Alexander contó que se enfrentó a esa situación un sinnúmero de veces y, dejando de lado las cuestiones morales, aseguró que la tortura simplemente no es efectiva. “Fortalece su determinación y terminan callándose”, señaló.
El oficial norteamericano recordó que el FBI es reconocido por utilizar métodos de interrogación normales, que buscan ganarse la confianza del prisionero en vez de quebrarla, en casos en los que el tiempo es un factor crítico, como los secuestros.
Alexander pasó 14 años en la Fuerza Aérea, piloteando helicópteros en operativos especiales. Peleó en Bosnia y Kosovo, y luego se convirtió en un agente de contrainteligencia y un investigador criminal. Durante la invasión norteamericana a Irak en 2003, él dirigía la inteligencia aérea desde Arabia Saudita. Cuando los prisioneros del Ejército norteamericano comenzaron a acumularse en Irak, lo transfirieron a ese país.
Tres años allí le enseñaron que los insurgentes no son los radicales religiosos que Washington cree, sino voluntarios, iraquíes y extranjeros, impulsados por los crímenes y la impunidad de las fuerzas estadounidenses.
______________________________
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.