É até vergonhoso, mas quem deu essa notícia em primeira mão foi o jornal espanhol EL PAÍS, que sempre se destacou pela qualidade do jornalismo produzido.
Los 700.000 indígenas brasileños, de los cuales 150.000 tienen derecho a voto, quieren conseguir una presencia consistente en el nuevo Parlamento que saldrá de las urnas el año que viene. Por primera vez, estos indígenas, que pertenecen a 220 etnias y hablan 180 lenguas, se están organizando para tener peso político.
La meta es conseguir elegir por lo menos cinco diputados, que formarían el primer grupo indígena en el Congreso. Tienen ya algunos nombres elegidos para candidatos: Almir Suruí, que se presentará en el Estado de Rondonia; Sandro Tuxa, en el de Bahía; Álvaro Tucano, de una etnia de las márgenes del alto Río Negro, en la Amazonia, y Júlio Macuxí. Este último se destacó en la lucha para conseguir la famosa y polémica reserva de Raposa do Sol, cuya concesión, tras haber sido firmada por el presidente, Luiz Inácio Lula da Silva, fue recurrida por los arroceros en el Supremo, que acabó emitiendo sentencia a favor de los indígenas. Según Macuxí, en 2010 los indígenas quieren contar con el mayor número de diputados de su historia.
Los indígenas brasileños, quizá los más politizados de América Latina y que ya están presentes en muchas instituciones del Estado y en varias universidades, son muy pragmáticos y están buscando presentarse con los partidos que les ofrezcan mayores posibilidades de ser elegidos, aunque sólo en partidos considerados por ellos progresistas, como el Partido Verde (PV), el Partido de los Trabajadores (PT) y el Partido Democrático del Trabajo (PDT).
Los jefes de las 220 etnias son los organizadores de las candidaturas indígenas, y tienen la esperanza de poder contar en las decisiones parlamentarias. Ya no les basta la protección que suele ofrecerles el FUNAI (Fundación Nacional Indígena) y ni siquiera la Iglesia católica, que en Brasil ha estado siempre de su parte.